Desde siempre, las setas han hecho volar nuestra imaginación, los hombres antiguos creían en todo tipo de leyendas y supersticiones sobre ellas. Era sospechoso que estos seres aparecieran en el monte de la noche a la mañana, sin duda era algo sobrenatural.
Los romanos se enamoraron de la reina Caesaria. Sus exquisitas texturas despertaban apetito y deseo. Reyes y emperadores compartían mesa con Caesaria sin quitarle ojo de encima, embobados por sus perfumes todos querían hincarle el diente.
Que se lo cuenten al Emperador Claudio, la pasión por Caesaria fue su perdición. Las intrigas de palacio juntaron dos reinas en su mesa, Caesaria y Phalloides y así envenenaron al confiado Claudio.
En el mundo antiguo, la temible reina Phalloides siempre estaba ocupada, pero reunirse con su hermana Caesaria, para alguna cena de compromiso, era lo primero.
Nerón, el muy listo, aprendió la lección, ordenó que su sirviente comiera siempre antes que él, así pudo mantener su incondicional amor por Caesaria sin preocuparse de la malvada reina Phalloides.
La edad media fue una época loca, con tanta superstición y brujería a nadie se le hubiera ocurrido meterse en el interior de un “corro de brujas”. Con toda seguridad, el día sería noche y te verías atrapado en un apocalíptico aquelarre de funestas consecuencias o en el mejor de los casos asaltado por endiablados Gnomos.
La reina Muscaria era la más popular por aquel entonces, mientras sus hermanas seguían con las suculentas cenas de poder, ella, la más bella, se dedicaba al misterio. Con secretas pócimas llegadas de oriente y ritos profanos, hacía viajar por el espacio desconocido a quien la quisiera poseer en una comunión diabólica.
Las tres Amanitas aún reinan en estos días, tened cuidado. Caesaria todavía se mezcla con Phalloides y a Muscaria le encanta confundirse con Caesaria. Ese es su juego triangular.
Se descubrió que la prudencia y el conocimiento rompían sus alianzas, pero aún podría pasarnos como al Papa Clemente de Médicis, la avaricia con las setas hizo que prohibiera la recolección en su reino, tan solo las podría comer él. Como vais adivinando, un mal día murió envenenado.